José María Vargas Vila
(Bogotá, 1860 - Barcelona, 1933) Escritor
colombiano. Con estudios incompletos, se dedicó al periodismo y a la
política. Entre las publicaciones que fundó sobresale la revista Némesis,
que redactó y dio a la imprenta en Nueva York y en París.
Combatió las
reformas del presidente Rafael Núñez y tomó parte como secretario del
general Daniel Hernández en la revolución de 1884, en la que los
radicales fueron aplastados; escondido, José María Vargas escribió sus Pinceladas sobre la última revolución de Colombia: siluetas bélicas, y se refugió en Venezuela, de donde pasó a Estados Unidos.
Vuelto
a Venezuela en 1893, fue secretario del presidente Crespo, a cuya caída
volvió a emigrar. Nueva York, París, Barcelona, Madrid, Roma y Venecia
fueron las ciudades donde residió en diversas etapas de su vida;
representó como cónsul al Ecuador en Roma (1894) y a Nicaragua en Madrid
(1904), pero en 1923, en plena y discutida gloria, recorrió diversos
países de América dando conferencias.
No destacó en su poesía (Pasiosarias) y escribió veintitantas novelas, algunas de las cuales fueron muy leídas, como Aura o las violetas (1887), Flor de fango (1895), Ibis (1900), Las rosas de la tarde (1900) y El cisne blanco, novela psicológica
(1917), pero que difícilmente resistirían una crítica seria desde
diversos ángulos, pese a las discutibles calidades de su estilo.
Más
estimable es su sinceridad demoledora, en busca de una mayor libertad y
una mejor justicia, aunque siempre con las infecundas características
del francotirador, en sus ensayos, como Césares en la decadencia y La muerte del cóndor, a los que podemos añadir Los providenciales (1892), recogidos después en Los divinos y los humanos (1904), Ante los bárbaros (1902) y Laureles rojos (1906). Dejó también, entre otros muchos escritos, un trabajo sobre Rubén Darío (1917); una Memoria inédita y algunos cuentos en Mis mejores cuentos, que publicó en 1922.
De
raíz romántica, formación modernista y temperamento rebelde,
atrabilario y egocéntrico, admiró a D'Annunzio y a Nietzsche, pero no
supo tomar de ellos lo mejor. Sin embargo, su obsesión liberal y
estética, movida por su frustrada ambición creadora, dan a su obra un
interés indudable, que podrá discutirse, pero que no se puede silenciar
en el estudio de las letras hispanoamericanas.
|
|
|
|
|