(*) Esteban Farfán Romero
Deseo confesar que me ha apasionado, y ayudado mucho la lectura de dos libros recomendados por un buen amigo acerca de las estrategias políticas y la administración del poder en estos tiempos, con una visión contemporánea de los manejos intrínsecos del poder (Juego de Poder y El Nuevo Príncipe de Dick Morris).
Más allá de los clásicos, como el Príncipe de Nicolás Maquiavelo, aparece en escena un material muy bueno en referencia a las mismas "recomendaciones/recetas" pero actualizadas a la época actual, de la mano de un hombre que tiene un currículo muy enjundioso que lo califica para hablar sobre estos temas delicados.
Después de (prácticamente) devorar este material, me ayuda mucho a entender lo que está pasando en nuestro país, principalmente lo relacionado con los últimos sucesos en el que está involucrado el Gobierno Nacional.
NICOLÁS MAQUIAVELO
Nicolás Maquiavelo, el pensador italiano revolucionó en el siglo XVI las ciencias políticas con una visión realista del poder. Considerado el padre de la política moderna, Maquiavelo es una referencia fundamental en la configuración de los estados en la Edad Moderna. En el siglo XV, los monarcas europeos iniciaron una intensa actividad política que les llevó a centralizar el poder en su persona frente a los antiguos sistemas de gobierno medievales, que garantizaban importantes parcelas de expresión a los nobles, a la Iglesia o a las ciudades. (Cuánta coincidencia existe con la realidad actual)
En 1494, tras la expulsión de los Medici del poder en Florencia, Maquiavelo inició una labor política que le transformó en secretario de la República desde 1498 hasta 1512. Con el regreso de los Medici al poder, fue destituido de su cargo por su apoyo al gobierno de Giovanni Vittorio Soderini.
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
Hasta su muerte en 1527, Maquiavelo vivió años de penurias. Desde su exilio en San Casiano, en las cercanías de Florencia, intentó obtener el perdón de la familia Medici. Es en esta etapa cuando desarrolla su principal actividad literaria: Escribe El Príncipe, que dedica a Lorenzo de Medici, el Discurso sobre las Décadas de Tito Livio y Del arte de la guerra, libros que suponen un punto de inflexión en el pensamiento político moderno.
A partir de Maquiavelo, la principal ambición de la política será la efectividad, y tomar "el partido menos malo" en las decisiones estatales, la mejor forma de actuación de los monarcas. Se justifica así la intervención política en la búsqueda del "bien común".
A raíz de su actividad gubernamental, Maquiavelo pudo conocer de cerca a los principales personajes/líderes de la época y desarrollar una opinión sobre el ordenamiento político de la Europa del siglo XVI, tal como se desprende de su Epistolario Privado, editado y traducido por Juan Manuel Forte (La esfera de los Libros). En sus cartas, el pensador italiano, además de reseñar los elementos que configuran su vida cotidiana, se nos presenta como un sagaz analista que comenta, fruto de su experiencia, sus principales percepciones de la realidad con amigos como el embajador en Roma Francesco Vettori o el noble Francesco Guicciardini.
En sus misivas podemos observar que su principal preocupación es el futuro de Italia, que continuaba disgregada en una multitud de repúblicas, reinos y estados que impedían organizar una fuerte unidad nacional, lo que la dejaba sometida a la "ruina y servidumbre" respecto al resto de potencias europeas.
MORRIS, ¿NEO MAQUIAVELO?
Antes de ingresar en el fondo de esta reflexión, tenemos que recordar que al atravesar el meridiano de su primer mandato en la Casa Blanca, Bill Clinton, abocado a lograr su reelección en 1996, contrató los servicios de un asesor de lujo, Dick Morris, que había trabajado para el Partido Republicano. Morris solía poner en marcha grupos de ciudadanos -los llamados focus groups- para proyectar los programas de los candidatos.
LA RECETA MÁGICA
La receta, en 1996, fue muy sencilla. Según Morris, dos quintas partes de los votantes estadounidenses se sitúan en el "centro independiente". Si Clinton lograba robarles algunas ideas básicas a los republicanos, sugirió Morris, ello podría empujarles más hacia la derecha en busca, precisamente, de nuevos elementos para diferenciarse de los demócratas. Se suponía que Morris sabía de lo que hablaba, porque, entre otras cosas, había asesorado satisfactoriamente algunas campañas del Partido Republicano.
Clinton siguió al pie de la letra a Morris y, como es sabido, volvió a ganar las elecciones de 1996. Pero, mientras saboreaba su éxito, Morris fue fulminado. La prensa informó que Morris solía acostarse con prostitutas de lujo y que, mientras se encontraba con ellas en la cama, al mismo tiempo mantenía sesudas conversaciones con Clinton sobre los problemas de la Casa Blanca y de la política exterior de Estados Unidos. Conversaciones que sus amantes de alquiler escuchaban a invitación del propio Morris, quien les pasaba el auricular.
El personaje ha escrito ahora un libro, El nuevo Príncipe, en el que ofrece, bajo un título que evoca lógicamente a Maquiavelo, sus recetas a los candidatos y los presidentes de Estados Unidos en ejercicio.
El punto de partida de Morris es que la democracia norteamericana está en su mejor momento. Los electores son gente bien informada que goza de capacidad para separar lo esencial de lo accesorio en el campo de la política y de la acción del Gobierno; gente que es prácticamente inmune a los prejuicios que suelen exhibir los medios de comunicación y cuya decisión, en el momento del voto, suele revelarse como más madura que la de los burócratas, periodistas, académicos y politólogos.
Morris sostiene, además, que el dinero no cuenta esencialmente en la política electoral norteamericana. Y que, atención, los ciudadanos están cansados ya de campañas negativas y que sólo responden a mensajes positivos. La gente, según Morris, no quiere ni oír hablar de escándalos y fracasos y, por el contrario, se interesa solamente por los asuntos con contenido. Los candidatos con éxito son aquéllos que ofrecen amplias esperanzas y elevados ideales, más que aquéllos que apelan demagógicamente al bolsillo personal de los votantes. Según Morris, la mejor receta para conquistar la presidencia y para mantenerla es una moral de corazón afectuoso.
La otra cara de la moneda de las recetas de Morris es el tipo de mensaje que debe ser dirigido a los electores. No se puede pretender que el votante fije su atención más de 30 segundos en una idea política y, a lo sumo, medio minuto es el tiempo máximo para definir la sustancia de un asunto. La yugular, agrega Morris, de una democracia moderna es el anuncio televisivo, mientras que la prensa tradicional -el reportaje, la entrevista- es irrelevante. Hombre práctico, Morris sostiene que, mientras los periodistas no están bajo control, los anuncios sí.
Según afirma, los políticos dejarán a un lado las doctrinas y las ideologías, serán "hombres pragmáticos que responderán a cada nueva situación con ideas prácticas, concretas, desprovistas del andamiaje ideológico que ha dominado crecientemente nuestra vida política".
EL NUEVO PRÍNCIPE
En su libro El nuevo príncipe, Dick Morris distingue entre tres clases de políticos: los idealistas fallidos, que tienen una visión del futuro pero no consiguen comunicarla; los demagogos, que, no teniendo una visión del futuro, se contentan con halagar a su audiencia, y los idealistas astutos (smart idealists), que, teniendo una visión del futuro consiguen, además, comunicarla. La clasificación de Morris encierra una jerarquía de valores.
El "idealista fallido" es un ser moral, fiel a sus convicciones, que está dispuesto a esperar lo que sea necesario en el desierto de la indiferencia colectiva hasta el día en que sus conciudadanos terminen por comprenderlo.
El "idealista astuto" también alberga convicciones pero las mezcla con el pragmatismo para hacerlas prevalecer. En cuanto al "demagogo", es un ser moralmente despreciable cuyo verdadero fin no es persuadir en dirección de la verdad, sino manipular en dirección del poder.
LOS DEMAGOGOS
El verbo adular se aplica, según La política, de Aristóteles, a todos los regímenes "impuros" o corruptos. En las monarquías, por ejemplo, los cortesanos adulan al "rey" hasta degradarlo eventualmente en tirano. En las democracias, los políticos adulan a la mayoría del pueblo para corromperla en la demagogia. El Diccionario de la lengua española define la demagogia, por su parte, como "una práctica política consistente en ganarse con halagos el fervor popular", pero no para beneficiar al pueblo sino para corromperlo. Por eso la palabra adular queda etimológicamente cerca de adulterar: es alterar, falsificar la voluntad del soberano, sea éste el rey o el pueblo.
La noción de Aristóteles y del propio Morris supone, en tal sentido, que en el alma humana coexisten dos impulsos contradictorios. En el nivel superior, anidan las motivaciones más nobles. En el nivel inferior, predominan los bajos instintos. El estadista, que es un educador, estimula la zona elevada del alma. El cortesano y el demagogo, que son corruptores, estimulan sus zonas bajas. Según imperen el estadista y el educador o el cortesano y el demagogo, así resultará la pureza o la impureza del régimen político que los acoge.
MI CONCLUSIÓN:
En lo que se refiere a nuestro país, hemos ingresado a un poso del populismo/demagogia repitiendo nuevamente la historia cíclica de nuestra historia. La película que estamos viendo con Evo Morales no es nueva, pues ya hemos pasado muy similares pasajes en nuestra historia con el "tata" Belzu, Melgarejo y Barrientos que adoptaron poses de corte populistas con el fin de mantener el apoyo de pueblo. Bolivia es –todavía- tierra fértil de los populismos demagógicos (más allá de las disquisiciones/defensa de Tony Negri).
Nosotros no hemos logrado salir de este tipo de poses, simplemente porque el sustrato cultural que tenemos es el más adecuado para este tiempo de manifestaciones. Morales recurre permanente a las tácticas populistas, porque sabe muy bien que tienen efectos favorables y los reportes políticos manifestados le favorecen demasiado.
No hay duda que el Gobierno aplica muy bien las "recetas/recomendaciones" de manera pragmática del florentino para sostenerse en el poder. Cualquier discurso vale, así sea contradictorio con tal de mantener y/o acumular más poder.
Los últimos sucesos/abusos impulsados desde el Gobierno con el fin de generar/sembrar un clima de terror/temor en la población, muy especialmente en los políticos que se oponen a las decisiones del Gobierno, con lo de la aprehensión/persecución ilegal/arbitrario de cívicos, prefecto (Leopoldo Fernández), periodistas, muestra que aplica muy bien la recomendación de Maquiavelo que sugiere "matar al pollo para que se asuste el mono"
García Linera, Quintana y Rada son los que diseñan y aplican las decisiones maquiavélicas desde el poder del Gobierno Central, con el único fin de garantizar más poder. La aprobación del texto constitucional del MAS significara automáticamente que el Gobierno cometa mas abusos de los que hasta ahora hemos sido impotentes testigos. Nuestros gobernantes, son los mejores exponentes/alumnos del pragmatismo político aplicando al pie de la letra muchas recomendaciones de Maquiavelo/Morris. (Yacuiba 17/10/08)
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Deseo confesar que me ha apasionado, y ayudado mucho la lectura de dos libros recomendados por un buen amigo acerca de las estrategias políticas y la administración del poder en estos tiempos, con una visión contemporánea de los manejos intrínsecos del poder (Juego de Poder y El Nuevo Príncipe de Dick Morris).
Más allá de los clásicos, como el Príncipe de Nicolás Maquiavelo, aparece en escena un material muy bueno en referencia a las mismas "recomendaciones/recetas" pero actualizadas a la época actual, de la mano de un hombre que tiene un currículo muy enjundioso que lo califica para hablar sobre estos temas delicados.
Después de (prácticamente) devorar este material, me ayuda mucho a entender lo que está pasando en nuestro país, principalmente lo relacionado con los últimos sucesos en el que está involucrado el Gobierno Nacional.
NICOLÁS MAQUIAVELO
Nicolás Maquiavelo, el pensador italiano revolucionó en el siglo XVI las ciencias políticas con una visión realista del poder. Considerado el padre de la política moderna, Maquiavelo es una referencia fundamental en la configuración de los estados en la Edad Moderna. En el siglo XV, los monarcas europeos iniciaron una intensa actividad política que les llevó a centralizar el poder en su persona frente a los antiguos sistemas de gobierno medievales, que garantizaban importantes parcelas de expresión a los nobles, a la Iglesia o a las ciudades. (Cuánta coincidencia existe con la realidad actual)
En 1494, tras la expulsión de los Medici del poder en Florencia, Maquiavelo inició una labor política que le transformó en secretario de la República desde 1498 hasta 1512. Con el regreso de los Medici al poder, fue destituido de su cargo por su apoyo al gobierno de Giovanni Vittorio Soderini.
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
Hasta su muerte en 1527, Maquiavelo vivió años de penurias. Desde su exilio en San Casiano, en las cercanías de Florencia, intentó obtener el perdón de la familia Medici. Es en esta etapa cuando desarrolla su principal actividad literaria: Escribe El Príncipe, que dedica a Lorenzo de Medici, el Discurso sobre las Décadas de Tito Livio y Del arte de la guerra, libros que suponen un punto de inflexión en el pensamiento político moderno.
A partir de Maquiavelo, la principal ambición de la política será la efectividad, y tomar "el partido menos malo" en las decisiones estatales, la mejor forma de actuación de los monarcas. Se justifica así la intervención política en la búsqueda del "bien común".
A raíz de su actividad gubernamental, Maquiavelo pudo conocer de cerca a los principales personajes/líderes de la época y desarrollar una opinión sobre el ordenamiento político de la Europa del siglo XVI, tal como se desprende de su Epistolario Privado, editado y traducido por Juan Manuel Forte (La esfera de los Libros). En sus cartas, el pensador italiano, además de reseñar los elementos que configuran su vida cotidiana, se nos presenta como un sagaz analista que comenta, fruto de su experiencia, sus principales percepciones de la realidad con amigos como el embajador en Roma Francesco Vettori o el noble Francesco Guicciardini.
En sus misivas podemos observar que su principal preocupación es el futuro de Italia, que continuaba disgregada en una multitud de repúblicas, reinos y estados que impedían organizar una fuerte unidad nacional, lo que la dejaba sometida a la "ruina y servidumbre" respecto al resto de potencias europeas.
MORRIS, ¿NEO MAQUIAVELO?
Antes de ingresar en el fondo de esta reflexión, tenemos que recordar que al atravesar el meridiano de su primer mandato en la Casa Blanca, Bill Clinton, abocado a lograr su reelección en 1996, contrató los servicios de un asesor de lujo, Dick Morris, que había trabajado para el Partido Republicano. Morris solía poner en marcha grupos de ciudadanos -los llamados focus groups- para proyectar los programas de los candidatos.
LA RECETA MÁGICA
La receta, en 1996, fue muy sencilla. Según Morris, dos quintas partes de los votantes estadounidenses se sitúan en el "centro independiente". Si Clinton lograba robarles algunas ideas básicas a los republicanos, sugirió Morris, ello podría empujarles más hacia la derecha en busca, precisamente, de nuevos elementos para diferenciarse de los demócratas. Se suponía que Morris sabía de lo que hablaba, porque, entre otras cosas, había asesorado satisfactoriamente algunas campañas del Partido Republicano.
Clinton siguió al pie de la letra a Morris y, como es sabido, volvió a ganar las elecciones de 1996. Pero, mientras saboreaba su éxito, Morris fue fulminado. La prensa informó que Morris solía acostarse con prostitutas de lujo y que, mientras se encontraba con ellas en la cama, al mismo tiempo mantenía sesudas conversaciones con Clinton sobre los problemas de la Casa Blanca y de la política exterior de Estados Unidos. Conversaciones que sus amantes de alquiler escuchaban a invitación del propio Morris, quien les pasaba el auricular.
El personaje ha escrito ahora un libro, El nuevo Príncipe, en el que ofrece, bajo un título que evoca lógicamente a Maquiavelo, sus recetas a los candidatos y los presidentes de Estados Unidos en ejercicio.
El punto de partida de Morris es que la democracia norteamericana está en su mejor momento. Los electores son gente bien informada que goza de capacidad para separar lo esencial de lo accesorio en el campo de la política y de la acción del Gobierno; gente que es prácticamente inmune a los prejuicios que suelen exhibir los medios de comunicación y cuya decisión, en el momento del voto, suele revelarse como más madura que la de los burócratas, periodistas, académicos y politólogos.
Morris sostiene, además, que el dinero no cuenta esencialmente en la política electoral norteamericana. Y que, atención, los ciudadanos están cansados ya de campañas negativas y que sólo responden a mensajes positivos. La gente, según Morris, no quiere ni oír hablar de escándalos y fracasos y, por el contrario, se interesa solamente por los asuntos con contenido. Los candidatos con éxito son aquéllos que ofrecen amplias esperanzas y elevados ideales, más que aquéllos que apelan demagógicamente al bolsillo personal de los votantes. Según Morris, la mejor receta para conquistar la presidencia y para mantenerla es una moral de corazón afectuoso.
La otra cara de la moneda de las recetas de Morris es el tipo de mensaje que debe ser dirigido a los electores. No se puede pretender que el votante fije su atención más de 30 segundos en una idea política y, a lo sumo, medio minuto es el tiempo máximo para definir la sustancia de un asunto. La yugular, agrega Morris, de una democracia moderna es el anuncio televisivo, mientras que la prensa tradicional -el reportaje, la entrevista- es irrelevante. Hombre práctico, Morris sostiene que, mientras los periodistas no están bajo control, los anuncios sí.
Según afirma, los políticos dejarán a un lado las doctrinas y las ideologías, serán "hombres pragmáticos que responderán a cada nueva situación con ideas prácticas, concretas, desprovistas del andamiaje ideológico que ha dominado crecientemente nuestra vida política".
EL NUEVO PRÍNCIPE
En su libro El nuevo príncipe, Dick Morris distingue entre tres clases de políticos: los idealistas fallidos, que tienen una visión del futuro pero no consiguen comunicarla; los demagogos, que, no teniendo una visión del futuro, se contentan con halagar a su audiencia, y los idealistas astutos (smart idealists), que, teniendo una visión del futuro consiguen, además, comunicarla. La clasificación de Morris encierra una jerarquía de valores.
El "idealista fallido" es un ser moral, fiel a sus convicciones, que está dispuesto a esperar lo que sea necesario en el desierto de la indiferencia colectiva hasta el día en que sus conciudadanos terminen por comprenderlo.
El "idealista astuto" también alberga convicciones pero las mezcla con el pragmatismo para hacerlas prevalecer. En cuanto al "demagogo", es un ser moralmente despreciable cuyo verdadero fin no es persuadir en dirección de la verdad, sino manipular en dirección del poder.
LOS DEMAGOGOS
El verbo adular se aplica, según La política, de Aristóteles, a todos los regímenes "impuros" o corruptos. En las monarquías, por ejemplo, los cortesanos adulan al "rey" hasta degradarlo eventualmente en tirano. En las democracias, los políticos adulan a la mayoría del pueblo para corromperla en la demagogia. El Diccionario de la lengua española define la demagogia, por su parte, como "una práctica política consistente en ganarse con halagos el fervor popular", pero no para beneficiar al pueblo sino para corromperlo. Por eso la palabra adular queda etimológicamente cerca de adulterar: es alterar, falsificar la voluntad del soberano, sea éste el rey o el pueblo.
La noción de Aristóteles y del propio Morris supone, en tal sentido, que en el alma humana coexisten dos impulsos contradictorios. En el nivel superior, anidan las motivaciones más nobles. En el nivel inferior, predominan los bajos instintos. El estadista, que es un educador, estimula la zona elevada del alma. El cortesano y el demagogo, que son corruptores, estimulan sus zonas bajas. Según imperen el estadista y el educador o el cortesano y el demagogo, así resultará la pureza o la impureza del régimen político que los acoge.
MI CONCLUSIÓN:
En lo que se refiere a nuestro país, hemos ingresado a un poso del populismo/demagogia repitiendo nuevamente la historia cíclica de nuestra historia. La película que estamos viendo con Evo Morales no es nueva, pues ya hemos pasado muy similares pasajes en nuestra historia con el "tata" Belzu, Melgarejo y Barrientos que adoptaron poses de corte populistas con el fin de mantener el apoyo de pueblo. Bolivia es –todavía- tierra fértil de los populismos demagógicos (más allá de las disquisiciones/defensa de Tony Negri).
Nosotros no hemos logrado salir de este tipo de poses, simplemente porque el sustrato cultural que tenemos es el más adecuado para este tiempo de manifestaciones. Morales recurre permanente a las tácticas populistas, porque sabe muy bien que tienen efectos favorables y los reportes políticos manifestados le favorecen demasiado.
No hay duda que el Gobierno aplica muy bien las "recetas/recomendaciones" de manera pragmática del florentino para sostenerse en el poder. Cualquier discurso vale, así sea contradictorio con tal de mantener y/o acumular más poder.
Los últimos sucesos/abusos impulsados desde el Gobierno con el fin de generar/sembrar un clima de terror/temor en la población, muy especialmente en los políticos que se oponen a las decisiones del Gobierno, con lo de la aprehensión/persecución ilegal/arbitrario de cívicos, prefecto (Leopoldo Fernández), periodistas, muestra que aplica muy bien la recomendación de Maquiavelo que sugiere "matar al pollo para que se asuste el mono"
García Linera, Quintana y Rada son los que diseñan y aplican las decisiones maquiavélicas desde el poder del Gobierno Central, con el único fin de garantizar más poder. La aprobación del texto constitucional del MAS significara automáticamente que el Gobierno cometa mas abusos de los que hasta ahora hemos sido impotentes testigos. Nuestros gobernantes, son los mejores exponentes/alumnos del pragmatismo político aplicando al pie de la letra muchas recomendaciones de Maquiavelo/Morris. (Yacuiba 17/10/08)
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